Con la mascarilla, ganamos en salud y miedo y perdemos en comunicación y verdad.
Asumidas en esta nueva normalidad extenuante, se abre un nuevo panorama donde la mascarilla es una prenda más del outfit. Pero me chocan las interferencias que interponen en la comunicación; la frialdad de la distancia impuesta, la desconfianza que nos invade con sólo mirar a los ojos de la gente: Me entristece ver como atajamos órdenes sin queja, por civismo, perdiendo el sentido común. La cantidad de incongruencias sociales que surgen con los nuevos códigos diseñados al tun-tun y cortados con el mismo rasero. Hablar con alguien y perder el sonido, con amigos y mascarilla, con familiares, con gente con la que sueles trabajar, o cuando te presentan a alguien nuevo y no puedes conocerlo del todo, porque te faltan datos que la mascarilla oculta. Todo esto agota. No quiero ni pensar en entornos sanitarios, donde llevan hasta 2 y 3 al mismo tiempo. ¿No les falta el oxígeno? ¿No sufren ansiedad?
Sin un final claro y conciso ante esta pandemia, una noche esbocé esta melodía en la guitarra. Y así, fluyendo, dejé que saliera mi sentir en cuatro frases. Oxígeno. Aire fresco y limpio. Necesito que corra el aire de nuevo. Necesito que los alisios se lleven esta pandemia y volvamos a nuestra vida normal. Necesito ver a la gente sin pavor en los ojos, necesito que este virus deje de corromper la vida como lo hace, necesito ver a mi gente, la que está lejos, porque “A MÁS PANDEMIA, MÁS DESEO VERTE” abrazarte y tocarte.
Y si, confieso: Soy de esas personas que le gustaría no llevar mascarilla, más que en lugares cerrados. No comparto la idea de usar mascarilla en espacios abiertos, pero la llevo por respeto y civismo. Como hacemos todos.